
INTER INFORMA/ Dr. JULIO FONTANET MALDONADO -El juez Gelpí y el “critical race theory”
Algunas de las preguntas que varios congresistas le hicieron al juez Gustavo Gelpí en la Comisión de lo Jurídico del Senado que evaluaba su nombramiento al Tribunal de Apelaciones reflejaron lo explosivo que puede ser que una persona tenga la osadía de cuestionar la existencia del racismo; ello a pesar de ser una persona nombrada a la judicatura federal (por un presidente republicano, George W. Bush) y que no puede ser encasillada dentro de las etiquetas tradicionales de liberal o conservador.
No debe sorprendernos. Se trata de un tema muy divisivo en los Estados Unidos, como fue la Proclama de Emancipación en 1863, criticada por unos, pero aplaudida por otros. Más contemporáneamente, vemos cómo se ha reflejado esa polarización en la corriente que pretende prohibir —mediante acción congresional o con iniciativas de algunos gobernadores en los estados del sur— que se diserte sobre el “critical race theory” en las escuelas y las universidades. Esta teoría o mecanismo de análisis del derecho, originada en la década del setenta, parte del predicamento de que el racismo está entroncado en la sociedad e instituciones de los Estados Unidos. Es decir: no se manifiesta únicamente en un conflicto entre una persona y otra, sino que se manifiesta en todos los órdenes del diario vivir, ya sea frente a las estructuras sociales o las gubernamentales. Es por ello que el racismo se refleja de manera sutil o —en ocasiones— directamente en políticas públicas o legislación. Así, pues, quienes propulsan que se prohíba su discusión pretenden que no se hable críticamente del tema racial en las escuelas y universidades.
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Para entender lo peligroso de esta postura, consideremos que en los albores de la Guerra Civil estadounidense y previo a la Proclama de la Emancipación se hubiera prohibido, digamos, en la Universidad de Duke —fundada en 1838 en Carolina del Norte— hablar o discutir sobre la teoría de que todos los seres humanos son iguales y deben tener los mismos derechos; que en la Alemania nazi, en las aulas de la Universidad Humboldt en Berlín, algún influyente profesor hubiera vetado dialogar sobre la igualdad de todos los ciudadanos alemanes a pesar de que practicaran el judaísmo; que, igualmente, en la Universidad de Bolonia, en Italia, una directriz de rectoría sancionara la mera mención de Martín Lutero. Y, en nuestro mismito suelo, imaginarnos que algún “historiador” de dudosa formación hubiera mandado a prohibir que en nuestras universidades y escuelas se educara sobre el exterminio de los indios tainos a manos de los colonizadores españoles.
De estar rigiendo ese “orden” en nuestros días, los profesores que impartimos el curso de Derecho Penal estaríamos impedidos de discutir y analizar críticamente cómo la pena de muerte se aplica de manera desproporcional en contra de la población negra; cómo la mayoría de las personas encarceladas son negras; cómo las penas impuestas a dicha población son mayores que a la de otra pigmentación; cómo a los negros se les detiene en las carreteras por alegadas faltas de tránsito en una proporción mayor que a los demás. ¿Sería descabellado e irresponsable de mi parte preguntarles a mis estudiantes si el tema racial incide en estos escenarios? ¿O, inclusive, preguntarles su opinión sobre la posibilidad de que George Floyd estaría vivo de haber sido caucásico?
Es precisamente el análisis crítico lo que propulsa cambios significativos —no meramente en las creencias o actitudes individuales— en el ordenamiento jurídico. La sede de dicho análisis crítico es y debe continuar siendo las escuelas y las universidades. La censura o la prohibición por parte del estado a determinada temática constituye el mayor contrasentido a una mente crítica y transformadora. El juez Gelpí fue criticado por algunos senadores por su análisis de los casos insulares, cuya decisión, según él (¡y coinciden, debo añadir, casi todos los puertorriqueños y juristas que han leído el caso!), estuvo matizada por cuestiones raciales. Precisamente, de eso se trata la teoría critica de la raza. Una excelente e indispensable herramienta para el análisis y la transformación.
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