
INTER INFORMA / PROFESORA ANA IRMA RIVERA LASSÉN – La familia Cordero Molina, el racismo y las luchas
Un 6 de abril de 1787 nació la Maestra Celestina Cordero Molina, hermana mayor del querido Maestro Rafael Cordero Molina. Hoy es buen momento para recordarla y honrarle a ella y su familia. Celestina, su hermana Gregoria y Rafael eran personas negras libres, en tiempos de la esclavitud. Eran hijas e hijo de Rita Molina y Lucas Cordero y fueron una familia que aportó con su vocación y servicio a la educación pública. Con su ejemplo nos legaron la mejor de las lecciones en la defensa de la educación accesible para toda la niñez.
Celestina fue pionera en fundar la primera escuela de niñas en San Juan, reconocida en el 1820, aunque para ese momento ya llevaba más de 15 años enseñando. Su escuela fue una de las primeras escuelas de niñas en Puerto Rico. En esos tiempos la educación no era accesible para personas pobres, mucho menos para las niñas y mujeres y en general menos para personas negras. Puerto Rico conoce la gesta educativa para niños del Maestro Rafael, pero apenas conoce la gesta para las niñas de Celestina, con el apoyo de su hermana, Gregoria. Para esos tiempos, los niños y las niñas no estudiaban en las mismas escuelas. El trabajo conjunto de la familia Cordero Molina cimentó la lucha por una educación pública y accesible sin importar el sexo, el color de la piel o condición económica o social. Esa lección de equidad y el derecho a la educación es el legado de esta familia afrodescendiente para todo Puerto Rico. El Senado ya aprobó mediante un esfuerzo multipartita la RC del S 374 para reconocer a la familia Cordero Molina, esperamos que también se apruebe en la Cámara y se convierta en Ley.
El pasado 22 de marzo conmemoramos los 150 años de abolición formal de la esclavitud, pero “el racismo, producto de esa infame institución, persiste, y para su erradicación hace falta una educación antirracista en todos los niveles del sistema educativo”, así lo reconoce la Ley 24 de 2021, para la erradicación del racismo y la afirmación de la afrodescendencia. Igualmente, expresa que “Existen manifestaciones de racismo desde las instituciones, así como en entornos laborales y familiares. El racismo provoca desigualdad en el acceso a la salud, educación, vivienda, empleo, movilidad económica, posiciones de liderazgo, entre otras. El racismo puede ser erradicado y las políticas públicas que derriben las barreras institucionales que perpetúan este tipo de discrimen son una pieza esencial para lograrlo.”
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Las secuelas de la esclavitud, que fue mayormente contra personas negras, siguen de maneras diversas. Recordemos que la esclavitud daba derechos propietarios de unas personas sobre otras y en ese sentido se usaban las leyes del comercio para tratar a las personas como mercancía u objetos. Ese sentido de creer que una persona puede ser dueña de otra y negarle así su humanidad, es una idea que aún combatimos en formas modernas de esclavitud y de alguna manera u otra hasta en las relaciones laborales y las relaciones de pareja.
Hay personas estudiosas en Estados Unidos, en otras partes del mundo y también en Puerto Rico, que han documentado la manera en que se manifiesta el racismo por eso decir que estas discusiones son propias de Estados Unidos niega el racismo en la isla y sus efectos históricos y actuales. Recuerdo que esos mismos comentarios se hacían en la década de los 70 cuando los movimientos feministas comenzaban en todas partes, incluyendo en Puerto Rico. Es un empeño con decir que aquí no existen problemas de discriminación y que la discusión es ajena a nuestra nacionalidad.
El reconocimiento formal de la igualdad automáticamente no sitúa a todo el mundo en el mismo espacio de oportunidades y derechos. El estudio de Llorens, explicó las manifestaciones del racismo en Puerto Rico al recalcar que a más oscura la piel mayor es el racismo que se sufre e igualmente reconoció el género como un aspecto adicional de discrimen:
“Basado en los términos descriptivos de color de piel, codificamos y creamos categorías para hacer comparaciones cuantitativas relacionadas a las experiencias de los participantes con el racismo. Por ejemplo, en una de las comparaciones encontramos que era significativamente más probable que lxs participantes que se describieron con términos que denotan una piel “oscura” (ej. negro, oscuro, morena) reportaran experiencias personales con el racismo que las personas que se describieron con términos que denotan una piel “clara” (ej. blanco, piel clara, crema). Es decir, aunque la gran mayoría de lxs entrevistados reconocieron la existencia del problema en la Isla, el 50.7% de los participantes de piel oscura reportaron haber tenido experiencias personales con el racismo, comparado con solo el 27.4% de las personas de piel clara.
Por otra parte, las personas que se identificaron inequívocamente como “negro” o “negra” mostraron una tendencia significativa de haber experimentado el racismo personalmente y con mayor frecuencia que los participantes que se identificaron con otros términos. El 71% de las personas que se identificaron como negro o negra reportaron haber experimentado el racismo personalmente, mientras que solo el 30.5% de aquellos que no se identificaron como negros o negras reportaron haber experimentado el racismo.
Otras características de los participantes, como la edad, el ingreso y la educación, no tuvieron un efecto significativo en las experiencias de racismo reportadas. Sin embargo, el género de lxs participantes mostró un efecto significativo al nivel de 10 por ciento. Mientras que un 44.6% de las mujeres reportaron que han experimentado racismo, solo el 31.6% de los hombres reportó haberlo experimentado personalmente.”
La discusión del racismo en Puerto Rico debería darse para avanzar como pueblo en acciones antirracistas. Al final de cuentas las razas como tal no existen, somos la raza humana. El concepto de raza aún se usa por algunas personas para dar más valor a un color de piel y características fenotípicas que a otras y por eso hablamos de racismo. Para poder avanzar hacia la meta de no tener que hablar de razas debemos creer, actuar y educarnos, reconocer el racismo para poder combatirlo. La educación es la clave para combatir el racismo que aún tenemos y poder avanzar desde el orgullo de nuestra afrodescendencia como un pueblo antirracista.
Personalmente he sufrido y sufro insultos misóginos, lesbofóbicos y racistas, entre otros, pero los más frecuentes son los racistas. Ese racismo se expresa cuando una persona no argumenta en contra de lo que digo, propongo o defiendo, pero utiliza memes, palabras insultantes y expresiones racistas alusivas directamente al color de mi piel. Imagino lo que enfrentaron Celestina, Gregoria y Rafael Cordero Molina, como personas negras luchando por la educación accesible y pública para la niñez. Este pueblo debe reclamar el orgullo de su legado antirracista.
Llamarnos afrodescendientes afirma de manera positiva esa ancestría y sus aportaciones. Insistir que aquí no hay racismo y negar su existencia no nos ayuda a combatirlo. Tampoco ayuda atacar a quienes, no importa su tono de piel, reclaman y apoyan la visibilidad y el reconocimiento de las aportaciones de las personas negras a nuestra historia, cultura y desarrollo como pueblo. Siempre hay que reconocer también las diversas maneras en que la discriminación racial se manifiesta en Puerto Rico. Veo y leo muchas discusiones que no se enmarcan en este contexto y por lo tanto son usadas como pretextos para negar el racismo. Más aún, hay odiantes (haters) aprovechando estas discusiones para paralizar e infundir miedo a la discusión misma o para atacar las voces y a las personas que hablan de la necesidad de ser antirracistas como pueblo.
Hay mucho que hablar, mucho que aprender, mucho que sanar y mucho que andar en un camino que seguimos construyendo como pueblo para combatir el racismo y romper el ciclo de odio y exclusión.
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