
INTER INFORMA / PROFESOR JORGE FARINACCI FERNÓS – A democratizar nuestro sistema electoral
Los sistemas políticos modernos se supone que fomenten la gobernanza democrática. Esto requiere que las personas que ocupan cargos gubernamentales reciban un apoyo sustancial del electorado y reflejen sus diferentes tendencias. El andamiaje político puertorriqueño actual ha fracasado en lograr este requisito básico de la democracia.
Además de la naturaleza inherentemente anti-democrática de un sistema colonial que permite la imposición de una Junta no electa que tiene el poder de ir por encima de las decisiones de nuestros organismos electos, nuestra crisis democrática tiene raíces en las fallas estructurales de la Constitución aprobada en 1952 y del Código Electoral vigente.
Por ejemplo, actualmente, tenemos un gobernador que posee la totalidad del Poder Ejecutivo en Puerto Rico –incluyendo el control de las fuerzas policiacas y la habilidad de vetar proyectos aprobados por la Legislatura- tras obtener apenas un 33% de los votos en las pasadas elecciones. ¿Y el otro 67%, no cuenta?
Lo mismo podemos decir de la Legislatura. Tomemos como ejemplo los puestos por acumulación en el Senado. Las candidaturas alternativas al bipartidismo tradicional lograron obtener combinadamente un 35% de los votos. No obstante, componen actualmente menos del 9% de los escaños senatoriales. En la Cámara de Representantes, el PPD obtuvo 37% de los votos en Puerto Rico, pero consiguió 51% de los puestos.
Estos fenómenos se deben al sistema de “pluralidad”. Según la Constitución, para lograr un puesto electivo solo basta llegar primero, independientemente de la cantidad de votos obtenidos. Supongamos que en una contienda para una alcaldía hay cinco candidaturas. Una obtiene 21%, tres logran 20% y la quinta consigue un 19%. Pues la persona que obtuvo el 21% será declarada la ganadora. Esto debe corregirse.
Existen alternativas al sistema de pluralidad.
Una de estas fue parte de nuestro ordenamiento electoral por casi un siglo y no requiere cambiar la Constitución: las candidaturas coligadas. Esto se refiere a instancias en las que dos o más partidos acuerdan “compartir” un mismo candidato o candidata. En estos casos, ese candidato(a) aparecería dos veces en la papeleta bajo las columnas de partidos distintos. Esto ocurre actualmente en el estado de Nueva York, donde Joe Biden apareció dos veces en la papeleta bajo las insignias del Partido Demócrata y del Partido de las Familias Trabajadoras.
En Puerto Rico tuvimos este sistema también. En 1936, Santiago Iglesias Pantín obtuvo el 26% para Comisionado Residente por su Partido Socialista. Su rival obtuvo 45%. ¿Quién ganó? Iglesias Pantín. ¿Cómo lo logró? Porque también obtuvo 28% de los votos bajo la insignia de la Unión Republicana. De no haber existido las candidaturas coligadas, Iglesias Pantín hubiese sido derrotado, a pesar de que demostró claramente su habilidad de persuadir al 54% del electorado. Desafortunadamente, este mecanismo fue eliminado –sin explicación- en el 2011, violando el derecho de asociación y debilitando el derecho al voto.
Otra alternativa es adoptar una de las dos modalidades de la llamada “segunda vuelta”. Este mecanismo se usa para garantizar que la persona que eventualmente gane un puesto logre obtener más del 50% de los votos. Cabe destacar que este mecanismo no estaría disponible para los escaños por acumulación.
En la modalidad clásica de la segunda vuelta, si ningún candidato obtiene más del 50% de los votos en la primera ronda, las dos personas que más votos obtuvieron pasarán a una elección final donde ganará el que más votos saque. Esto permite que cada elector vote por su candidato(a) preferido(a) en la primera vuelta sin tener que conformarse por escoger entre “el menos malo” o “botar el voto”. En la segunda vuelta, podrá votar tácticamente. También permite las negociaciones y acuerdos entre diferentes fuerzas políticas. Este sistema existe actualmente en los estados de Georgia y Luisiana, y en Francia.
La otra modalidad de la segunda vuelta es el voto por orden de preferencia o por “ranking”. Aquí, cada elector ordena las candidaturas en la papeleta según su preferencia. Por ejemplo: Partido Amarillo #1, Partido Marrón #2, Partido Blanco #3. Si cuando se cuentan los votos de primera preferencia el Partido Amarillo llegó último, este se elimina y se cuentan entonces la segunda preferencia de todas las personas que votaron por el Partido Amarillo. En este caso, se transfiere el voto de nuestro elector ficticio del Partido Amarillo al Partido Marrón, pues era su segunda preferencia.
Este ejercicio se repite hasta que, producto de estos “rankings”, alguien obtiene más del 50%. De esta manera, nadie desperdicia su voto y se evita que una persona gane un puesto a pesar de ser rechazada por la mayoría del electorado. Este sistema se utiliza mayormente en países que tienen varios partidos –como Puerto Rico que ya cuenta con, al menos, cinco- y existe actualmente en Alaska e Irlanda.
En el ámbito legislativo, otra alternativa es adoptar un sistema de proporcionalidad: si un partido logra 8% de los votos, pues obtendría 8% de los escaños en la Legislatura. Sencillo. De esta manera, la Legislatura reflejaría verdaderamente las diferentes visiones del Pueblo puertorriqueño.
Existen otros mecanismos que debemos considerar en el futuro. Sea cual sea, tenemos que superar nuestro sistema actual. Ya es hora que nuestro gobierno sea electo por la mayoría del Pueblo. La democracia no permite nada menos.
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