INTER INFORMA / PROFESOR CARLOS GORRÍN PERALTA – Vacunarse o no: libertad v. responsabilidad
Hacía rato que dos amigas departían animadamente en un negocio mientras consumían unas tapas y refrigerios espirituosos, con carteras, celulares y mascarillas sobre la mesa.
— ¿Leíste que el gobierno anunció que piensan adoptar las medidas que está imponiendo el presidente de Francia? ¿A quién se le ocurre que me puedan obligar a vacunarme? ¡Como si esto fuera una dictadura!
— ¿Tú no te has vacunado? ¿Y qué esperas?— le ripostó la amiga.
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— ¡Claro que no! Eso no es seguro. Eso se lo inventaron las farmacéuticas para hacer dinero, y el gobierno las aprobó diz que por tratarse de una emergencia. Pero sabe Dios qué efectos tiene. A mí no me cogen. No me pueden impedir que vaya al cine o a conciertos o barras como esta, sin la maldita tarjetita de vacunación.
— Pero nada impide que vayas a esos sitios. Solo tienes que vacunarte, para protegerte a ti misma, a tu familia, a tus amistades y a cualquier hijo de vecino con quien te topes.
En Francia el peso de las restricciones estará sobre los no vacunados, ¿qué opinan en Puerto Rico?
— ¿Y qué de mis derechos? ¡Mi libertad de decidir qué hacer con mi cuerpo y con mi vida! Además, hay personas que no se pueden vacunar por razones de salud, o por sus creencias religiosas. Y otras, sencillamente no creemos en eso de las vacunas, que son una interferencia con los procesos naturales. ¡Eso es mi decisión, mi cuerpo, mi vida, mis creencias, mi intimidad, mi vida privada y familiar! Esos son derechos fundamentales que garantiza la constitución y que el gobierno sencillamente no me puede violentar.
— Pero tranquilízate— le respondió la amiga, y luego de una pausa, añadió: —Claro que tenemos derechos. Pero mis derechos terminan donde comienzan los de otras personas. Esos que tú mencionas son bien importantes, pero no hay derechos absolutos. Imagínate si todo el mundo hace lo que le viene en gana. Esto sería un caos. No creo que el gobierno nos pueda obligar a hacer lo que no queremos, pero sí puede crear obligaciones para proteger el bienestar de la comunidad. Nadie ejerce sus libertades en un vacío. Vivimos en sociedad, y la libertad viene acompañada de responsabilidad social. ¿No te parece?
—No me parece que puedan impedir que yo vaya al cine, o a centros comerciales, o eventos deportivos, o conciertos, si no me vacuno. Eso es discrimen.
—Pero que yo sepa, tú no tienes ninguna condición médica. Ni sobresales por tener creencias religiosas. ¡No crees ni en la luz eléctrica! Bebes y fumas, así que realmente no te preocupa la pureza de tu cuerpo. ¿Y entonces?
—Nada, es que me molesta que me condicionen el acceso a lugares que quiero frecuentar, o si quiero viajar, o montarme en el tren urbano o en una guagua.
—¡Ay, no seas ridícula! ¿Cuándo fue la última vez que te montaste en una guagua?
—¡Pues no! Sencillamente no quiero vacunarme y punto. Nos tienen que respetar la libertad de decidir.
—¿En serio? ¿Podrías decidir ir al concierto sin pagar el precio de entrada? ¿Podrías decidir usar cocaína? Tu hermano es guapísimo; ¿podrías enamorarte y meter mano con él?
—Ahora la ridícula eres tú. Todo eso es distinto. El gobierno puede prohibir todo eso.
—¿Y por qué? ¿No son limitaciones a la libertad?
—Sí, pero esas limitaciones están justificadas. Por razones económicas, por leyes penales, por motivos morales.
—¿Entonces aceptas que la libertad no es irrestricta, y que se puede limitar si es necesario para lograr intereses apremiantes de la sociedad? Veamos qué reglamentación proponen y qué alternativas crean para personas que realmente no se puedan vacunar.
El mozo se acercó a la mesa y les preguntó si querían otro trago.
—No gracias. La cuenta, por favor— Hubo una pausa…
—Bueno, me has puesto a pensar.
—Qué bien. Eso es todo lo que te pido. Cuando te vacunes, regresamos a celebrar.
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