
INTER INFORMA / Dr. JULIO FONTANET MALDONADO – La libertad de expresión del secretario de Justicia
La pasada semana, en una vista pública, el secretario de Justicia, Domingo Emmanuelli, hizo unas expresiones que provocaron reacciones estridentes, incluido un reclamo exigiendo su renuncia. Sus expresiones iban dirigidas a cuestionar la validez y razonabilidad de unos proyectos de ley que pretenden limitar los derechos que por décadas han ejercido las mujeres, lo que hace necesario reflexionar sobre la libertad de expresión y la censura. Y, sobre esta última, no en su dimensión de evitar la divulgación de una expresión, sino en la de castigar por ejercerla.
La protección constitucional de la libertad de expresión, tanto en Puerto Rico como en Estados Unidos, es probablemente una de las más abarcadoras que existen en todo el mundo. Bajo dicha protección, se puede criticar y parodiar cualquier político o líder religioso; también hacer marchas que promuevan causas que a la mayoría le podría parecer antipáticas o hasta quemar banderas. Claro —no seamos ingenuos—, una cosa es hacer la expresión y otra la persecución política que ilegalmente pueda propiciar. De esto último, en Puerto Rico hemos tenido y continuamos teniendo mucha evidencia.
Se percata uno de lo abarcador de dicha protección al compararla con la existente en otros países, incluidos los del mundo occidental, ya que hacerlo con el esquema regulador en países bajo un totalitarismo laico o bajo una teocracia sería un ejercicio en futilidad. En Inglaterra, dicha protección se torna muy frágil cuando se tiene la osadía de criticar a la realeza. En Alemania, un país de gran liberalismo, se prohíbe izar algunas banderas. Reclamar el derecho a la autodeterminación en España puede llevar a un catalán o a un vasco a la cárcel.
Proyecto Dignidad pide la renuncia del Secretario de Justicia
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Es crucial entender que la libertad de expresión es consustancial con otros derechos fundamentales y, además, indispensable en un proceso de deliberación, debate y discusión entre los integrantes de una sociedad democrática. Como todo derecho, no es absoluto y se han establecido unas limitaciones, como, por ejemplo, las palabras de riña y las expresiones de odio. Debe ser un hecho incontrovertible que las expresiones del secretario Emmanuelli no están contempladas en estas últimas.
Normalmente, todos atesoramos la libertad de expresión y entendemos su importancia. El problema surge cuando se expresa algo que no les gusta a algunas personas. Ese, a mi juicio, es el problema; izamos la bandera de la libertad de expresión cuando se vierte alguna idea con la que se está de acuerdo, pero algunas personas pretenden arriarla cuando no concurren con lo manifestado.
Como correctamente expresó el lingüista y filósofo Noam Chonsky: “Si no creemos en la libertad de expresión de aquellos que despreciamos, no creemos en ella en absoluto”.
Uno puede estar de acuerdo o no con las declaraciones y categorizaciones que hizo el secretario de Justicia sobre las posturas de las personas que quieren quitarle derechos a las mujeres y menoscabar su derecho a la intimidad. Pero pretender acallar al secretario y penalizarlo por compartir con los ciudadanos lo que, con honestidad intelectual, él piensa es, sencillamente, improcedente y, además, peligroso, máxime cuando se da en el contexto de una vista pública.
Como sociedad democrática debemos proteger siempre la libertad de expresión. Los que defendemos la del Lcdo. Emmanuelli debemos también defender la libertad de expresión de las personas que criticaron sus posturas. Otra cosa muy distinta es pretender censurarlo exigiendo su renuncia.
Todo esto me hizo recordar algo que, por mi formación y convicciones cristianas, se me hace fácil evocar. Jesucristo fue juzgado y condenado por los sumos sacerdotes hebreos — refrendados por el imperio romano— por, precisamente, hacer expresiones polémicas para algunos, como que “era el hijo de Dios” o decirles a los mercaderes en el templo “dar al césar lo que es del césar y a Dios lo que es Dios”. Después de casi 2000 años de esa gran injustica, deberíamos tenerla más presente, particularmente los que decimos ser cristianos.
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