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Inter Informa/ Dr. Julio Fontanet Maldonado – Elecciones 2024: una mirada a largo plazo

 

 Hay que reconocer que las pasadas elecciones no tienen precedente en la historia política del país. Entre otros detalles, cinco partidos y un candidato independiente se dividieron el favor del pueblo y, más notablemente, el aspirante que resultó vencedor contó con el porcentaje más bajo mediante el cual ha sido electo un gobernador en Puerto Rico.

Los meses antes del 3 de noviembre fueron tumultuosos y el proceso electoral como tal fue atropellado. Lo vivido en las primarias y las controversias relacionadas con el voto adelantado, así como la incapacidad de la Comisión Estatal de Elecciones (CEE) para manejarlas, será un referente histórico del cual todavía hay mucha tela que cortar y analizar si es que aspiramos a superarlo.

Como secuela de las elecciones, ha surgido un caudal de análisis, así como multiplicidad de especulaciones sobre las elecciones de 2024. Muchas conjeturas están matizadas por los propios intereses de los analistas y sus interlocutores o, en el mejor de los casos, por sus quimeras, en lugar de ser el resultado de un proceso de racionalización. Es imperativo, por consiguiente, tratar de evaluar, objetivamente y sin intereses creados, los resultados e implicaciones inmediatas del pasado proceso electoral.

Bajo esta sintonía es posible apuntar tres conclusiones. La primera es que, en la próxima elección, habrá tres candidatos o candidatas a la gobernación con posibilidades reales de prevalecer. A pesar del debilitamiento sostenido de los dos partidos tradicionales, sería demagógico descartarles sus opciones de triunfo. No debe confundirse el “wishful thinking” de algunos o de muchos con la realidad. No obstante, por primera vez en décadas seremos testigos de un tercer candidato o candidata con oportunidad real de ganar, lo que podría terminar ese bipartidismo al que tantos responsabilizan por la debacle del país.

Esa tercera fuerza surgirá de alianzas y acuerdos entre tantas personas desencantadas con las ejecutorias y actitudes de los pasados gobernantes. Inclusive, en caso de que no surjan alianzas (lo cual sería inexplicable y una oportunidad desperdiciada), ya hay candidatos o partidos políticos emergentes cuya fuerza y pertinencia es irreversible. Hasta los partidos tradicionales, de no padecer de miopía, deberían considerar ser parte de esas posibles alianzas. De lo contrario, corren el riesgo de convertirse en (más) irrelevantes. Adviértase que esas nuevas fuerzas políticas son muy diversas e incluyen a personas con distintas visiones sobre el estatus, lo cual en el pasado era relativamente inconcebible. Precisamente, en esa capacidad de agrupar reside su fortaleza y opciones para 2024.

La segunda conclusión es que las elecciones generales han dejado de proyectarse como plebiscitarias, lo que, sencillamente, implica que los electores ya se percataron de que un voto por los partidos que tienen como plataforma un determinado estatus político no significa que durante ese cuatrienio Puerto Rico se convertirá repentinamente en un estado o en una república. Ello se ilustra en los miles de estadistas y autonomistas que votaron por Dalmau, por Victoria Ciudadana y por el Proyecto Dignidad, particularmente cuando se compara el bajo porcentaje obtenido por Pierluisi con relación al 52% obtenido por la estadidad en la consulta. Por ende, ya no pueden escudarse en determinado estatus político para encubrir sus paupérrimas ejecutorias en la gestión gubernamental.

La tercera y última conclusión —aunque parezca paradójico— es que el pueblo toma el tema del estatus con seriedad y, como mencionamos anteriormente, ha internalizado que ello no se adjudica en las elecciones generales. En ese sentido, está ávido de participar en un proceso serio de descolonización en el que exista una adecuada representación de todas las opciones y que, además, conlleve un proceso educativo no proselitista que viabilice que se discutan las interrogantes sobre cada una de las posibilidades. De continuar con las consultas inoficiosas, el Congreso siempre tendrá excusa para no actuar.

Todos queremos que las cosas mejoren; quizás nos encontramos en los albores de grandes cambios.

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