
Dr. Julio Fontanet Maldonado / Inter Derecho – Carpeteo artístico
miércoles, 29 de enero de 2020
Uno hubiera pensado que habíamos aprendido mucho luego de saber la existencia, en los sesenta y setenta, de carpetas por razón de ideas políticas en posesión de la Policía; práctica que fue proscrita “de jure” desde finales de los ochenta. Al escuchar recientemente la radio y a algunas personas, y leer algunos escritos en los periódicos, me percato de que la práctica continúa “de facto”; y, más recientemente, dirigida a los artistas que de una manera u otra participan en la discusión pública.
Recuerdo que cuando era preadolescente escuché en la escuela, en el vecindario, en los “cobitos” o en los juegos de pequeñas ligas expresiones similares. Por ejemplo: “Esa Carmita Jiménez, tremenda artista, pero es estadista”; “Danny Rivera sería la mejor voz de Puerto Rico si no fuera independentista”; y “el problema con Ednita es que canta gratis en los anuncios de los populares”. A pesar de mi edad, pensaba lo irracional que era esa conexión entre talento y orientación política. Me preguntaba cómo la afinación o la perfecta modulación de la voz podían afectarse por ideas políticas.
Las críticas más recientes han estado dirigidas a Ricky Martin, Residente y Bad Bunny. De entrada, me parece inconcebible que alguien pueda criticar a Ricky Martin, un ser humano especial, una persona que ha logrado —y por buenas razones— que muchas personas sepan que Puerto Rico existe y dónde está ubicado en el planeta. Una persona que, además, tiene una fundación que atiende unos de los problemas más graves de este siglo: la trata humana. He escuchado expresiones como ésta: ¿Cómo una persona que no vive los doce meses aquí, que tiene mansiones lujosas, pretende participar en la discusión de temas que de alguna manera inciden en la política puertorriqueña? ¿Por qué un cantante tiene que meterse en estos temas? ¿Por qué no regaña a los manifestantes (o, quizás, agentes encubiertos, como han expresado algunas personas) que causan daños a la propiedad en las protestas; lo cual, evidentemente, está mal? Argumentos similares ya había escuchado antes sobre Residente y Bad Bunny
La pregunta obligada es: ¿Qué realmente esperamos de nuestros artistas? ¿Que no tengan opinión sobre las cosas que nos afectan; qué vivan encerrados en la burbuja de sus riquezas? ¿Que sean unos insensibles ante los problemas que aquejan a sus compatriotas?
Los artistas tienen obligación de participar y aportar en la discusión de ideas. Su acceso a tantas personas es un privilegio que, al mismo tiempo, acarrea una gran responsabilidad hacia esas mismas personas, quienes con su apoyo los han hecho exitosos. En el Verano de 2019, tuvieron un rol primario tanto en los reclamos como en la transición pacífica de un gobernador a otro. Lo que no puede acontecer es que, cuando sus posturas no son afines a las nuestras, entonces los carpeteamos.
Debo confesar que he cometido mis faltas sobre el particular. Recuerdo cómo me agravió que Daddy Yankee apoyara activamente (y supuestamente en representación de los hispanos y boricuas) la campaña del senador McCain en contra de un joven senador y profesor de Derecho que aparentaba ser muy progresista y que pretendía ser el primer presidente afroamericano de los Estados Unidos. La candidatura de Obama gozaba de mucho apoyo tanto en Estados Unidos como en todo el planeta. Recuerdo que los asesores de McCain decían que el problema era que Obama era una especie de “rock star”. Al poco tiempo rectifiqué; me di cuenta de que era muy positivo que un joven cantante de música urbana participara en la discusión política en lugar de estar involucrado en asuntos banales.
Así debe ser: no importa si nuestras posturas coinciden o no con las de los artistas. Agradezcamos su interés en participar en las denuncias de lo injusto y en ofrecer soluciones que el país apremiantemente necesita. En lugar de criticarlos, digámosles: ¡Gracias!, y ello lo más afinadamente posible.
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